Por : Oscar
Salamanca
La sinergia
de un encuentro entre artista tiene la apariencia de una exquisita reunión de
tiempo y lugares donde la obra de arte sirve de excusa para generar
relación. En el entramado de inquietudes por la labor del otro, la sensación
del otro y la creación del otro, asaltan los yoes tiranos y los yoes
sublimes con el ánimo de estropearlo todo, o bien redimirnos ante la simpleza
de un espacio común, incluso, diríamos, de negociación exento de imaginarios de
poder, riquezas pírricas o irrisorias posturas del hacer, fuera de la
pretendida disciplina creativa propia y ajena en situación.
Con cada
calamidad humana surge la creación como respuesta, con cada aventura del
pensamiento, asalta el desarrollo de una idea, escenarios susceptibles de
invasión, robo, apropiación y deriva acerca de la imagen de hogar, sinónimo de
país en cada uno, signo clarísimo del “hacer” a pesar de nosotros mismos, a
pesar de nuestras evidentes angustias del ser “ahí”.
Nuestra
labor consistió en trabajar sobre un puente de transmisión a partir de una
producción artística diversa por apropiaciones de identidad y enclave cultural
en regiones distantes, conocidas y temidas de Colombia, casi podemos decir que
ajenas pero fuertemente cargadas de simbología, lenguaje y sistemas. Por ello
el nombre de “entre ciudades” el cual compete tanto a la urbe como al accionar:
asunto de ciudades donde se vive y trabaja desde las múltiples nociones de
arte, pero también el entre discusiones y apropiaciones desde los juegos de oposiciones
más tensionantes, todo ello, entre ciudades como signo concomitante de
enunciación, intuición, denuncia y rescate fino frente a la barbarie cotidiana.
El entre
somos nosotros, una retícula de abstractos funcionales, psicogeografias,
bodegones mentales, paradigmas abstrusos y dendritas a priori de expresión
preocupados por la geometría, los paisajes, las asociaciones, las síntesis
antropomorfas, creadas como ciudades visibles donde finalmente se es siendo
traductor.
