Polis o de la justicia
de Batman.
La imagen del
héroe que se puede empezar a dibujar a partir de la precaria etimología de
Sócrates en el Crátilo (1) difiere del héroe-sabio que Esquilo atribuye al
Prometeo porque lo describe principalmente como orador y sofista. La sabiduría
que posee el héroe encadenado es una inteligencia de nuestros días, una
capacidad para obrar en lugar de decir (y una práctica de la generosidad
amorosa que se desprende sin la mezquindad divina, altamente retórica en la
oratoria). Esa imagen que Platón traza de una “raza de oradores y sofistas”
aproxima a estos seres del campo de la batalla mítica al de la política cotidiana
en donde se deponen los odios y se obra en la prudencia y la racionalidad,
edificando armonías con la palabra. Un líder que persiste entre los demás por
su dominio de sí mismo y la capacidad de convencer a los demás, de crear
acuerdos en el disenso y el logro del des-anudamiento de las tensiones más
severas. En ese momento la guerra no es el escenario de los héroes, sería la muerte
del heroísmo, la derrota de la palabra y no en el sentido de Von Clausevitz la
continuación de la política sino la pérdida de ella y del héroe como el centro
de esa vida política. Pero en Esquilo no hay político, hay héroe en el dolor y
la adversidad en la soledad del amor altruista (común en las mujeres)
Pensar en los
héroes como animales políticos, es recordar a Churchill, a de Gaulle o a Roosevelt
que fueron capaces de construir nuevas estructuras sociales en el final de la
guerra cuando era necesario diseñar la posguerra, el retorno de la política y
de la comunidad de las nuevas naciones y de los nuevos imperios. Mirar al
empresario, el individuo que a partir de una idea es capaz de construir una
empresa que opera una transformación de la sociedad, una revolución como utopía
convertida parcialmente en realidad (¿Steve Jobs y Apple?). ¿Cómo se pueden
comparar con la altura de nuestros políticos si se quiere observar algún modelo
local? ¿Qué le espera a la política sin héroes? la abyección, el crimen y el
tejido social propio de la mafia (ley del silencio y la asociación de
cómplices), la negación del ágora (de lo público) y el recrudecimiento del
oikos (lo privado) territorial. ¿Qué pasa cuando la política no está hecha por
héroes?
Somos cobardes (2),
estamos en la antinomia del héroe, concretamos la cobardía como posibilidad de
supervivencia y la supervivencia suplantó a la existencia. Meter la cola entre
las patas (haciendo caso a la etimología), exhibiendo un ocultamiento, un
replegarse. Nuestro mirar esquivo, cobarde, persiste y evoluciona socialmente
con nosotros y hace que sea un óptimo en el que nos sentimos cómodos, a gusto.
La cobardía es nuestra zona de confort que además se complementa con nuestras
exuberantes geografías y recursos naturales que no nos exigen competencia ni
atesoramiento de valores. La nominación se puede asociar a la cobardía, a la
exhibición, mientras la anomia estaría del lado del héroe que en la
cotidianidad es anónimo. El ocultamiento del cobarde en el discurso simula una
intención, la de engañar. El héroe busca la verdad en la acción (las Oceánides
que acuden descalzas a consolar al condenado Prometeo), el cobarde se oculta exhibiéndose
camuflado en la retórica que puede acompañar a una mentira.
Lo heroico es un
requisito para toda literatura porque establece una referencia idealizada del
hombre, un puerto cierto al que nunca llegarán autor ni lector. Las
trasformaciones de lo heroico comprenden un arco que va de lo mítico y
religioso en la tradición oral hasta la mutación contemporánea del hombre
anómalo en los X Men. Es posible
observar en una línea continua histórica
de los valientes, las diferentes perspectivas de la justicia que tienen estos
personajes que realizan en sus acciones ficcionales el restablecimiento del
equilibrio poético. La épica fundacional de la ciudad y del estado que se
enlaza con las aventuras del retorno imposible de Ulises, las desventuras del
pícaro ibérico y el recorrido del antihéroe en la novela moderna. En ese tránsito
se hace estación en la venganza, la reivindicación del enmascarado, como en el Batman
aristocrático de Gótica. Este vengador no solo se hace a sí mismo (a la sombra
del villano local) sino que son el dolor y el resentimiento los motores que impulsan
sus acciones heroicas, como fuerzas del amor degradado. La ficción del relato
de las gestas, las hazañas y las luchas convierte la justicia en la reiteración
del mensaje de lo valiente justiciero, de la justicia privada.
¿Prometeo encarna
al héroe en sentido Platónico? No. En el poema de Goethe, Prometeo (3) vuelve
su mirada arriba, hacia dios, y no encuentra su propia compasión en él, mira a
los hombres porque del dios no le llega ningún consuelo ni alivio a su
desgracia, solo el castigo, la contingencia propia de la naturaleza. Mira a los
hombres des-divinizados que deben resolver su cotidianidad en la convivencia,
la cooperación y la interacción mutuas, solo pensando en dios como una idea no
determinante en la vida diaria (Una suerte de laicismo ausente en sociedades orientales
y occidentales de hoy atravesadas por debates religiosos y de neo-puritanismos
exacerbados). Al evadir el tiempo que nos es otorgado por Prometeo, también
evadimos la posibilidad de medir y de restringir el instante al ahora, lo
diferimos en cambio, al posible futuro con la misma forma bucólica de la
nostalgia (cobardía). Eludir el tiempo es renunciar a la vinculación con los
demás en el ahora, en este mismo instante, renunciar a la posibilidad de ser
amigos por eludir nuestro tiempo, recargando en la ambigüedad retórica la
expresión de nuestro parecer y de nuestras intenciones, retrasando con ello el
tiempo de la decisión en la acción.
Al ocultar la cola,
por sumisión y miedo, se restringe la posibilidad de la amistad que permite a
los hombres construir, dejarse ver en su despliegue, en su ser auténtico. El
hombre es precariedad, debilidad, fragilidad suplicante, dado a enfermar, se
cansa y desfallece, no puede tener todas las respuestas, necesita a los demás,
es un ser sin atributos heroicos (4) que incluso encarnando algunos de ellos no
sobreviviría solo. A Prometeo, le debemos la medida del tiempo y es que la
queja de Prometeo no es un discurso en sí mismo, es el paso del tiempo propio
del decir, ¿dar el fuego a los hombres no es pasar el testigo en la carrera? Realizar
una tradición, pasar la palabra a los hombres, una palabra en la que cabe la
pregunta y el cuestionamiento al dios, que ya no es el poseedor de la
naturaleza misma del verbo, es decir, el hacer no es divino, el hacer es propio
de los hombres, con las palabras. La evolución literaria de la imagen del héroe
desde el olimpo hasta los cielos de Ciudad Gótica o Metrópolis contiene al
héroe antiguo (clásico), al héroe épico, al antihéroe, al mutante, en un amor
convertido en una acción en virtud del otro al rebelarse contra lo injusto o la
opresión de lo tiránico.
Alberto Borja
Notas
(1) El Crátilo.
398d “…Esto es lo que define a los héroes, o bien el que eran sabios y hábiles
oradores y dialécticos, capaces de «preguntar» (erōtân), pues eírein es
sinónimo de légein (hablar). Así pues, como decíamos hace un instante, los que,
en la lengua ática, reciben el nombre de héroes aparecen como oradores y
hábiles interrogadores; de modo que la raza heroica es raza de oradores y
sofistas.”
(2) Esquilo.
Tragedias Completas, Prometeo encadenado. (Hefestos) “Cobarde ando yo para encadenar en este
precipicio que azotan las tormentas a un dios de mi propia sangre…”
(3) Goethe.
Prometeo. “…Cuando, siendo un niño, / se me derrumbó el mundo, / mis ojos
extraviados se volvieron / hacia el sol como si arriba hubiese / un oído para
escuchar mi queja, / un corazón como el mío/ para apiadarse del oprimido.”
(4) MUSIL, Robert.
El hombre sin atributos. Barcelona Seix Barral 1988, Vol. I, pág. 80 “Cuando
está indignado hay algo en él que ríe. Cuando está triste se prepara para hacer
alguna cosa. Cuando un sentimiento lo conmueve, lo rechaza. Toda acción mala le
parece, desde algún punto de vista, buena… Para él no hay nada firme, todo es
transferible, todo es parte de un entero, de innumerables enteros, quizá de un
super-entero que él desconoce. Por eso sus respuestas son parciales, sus
sentimientos, opiniones; y no le interesa el “qué” sino el “cómo” marginal, la
acción secundaria y accesoria”
Alberto Borja,
Barrancabermeja.
Participa en los
14 salones regionales de artistas del Ministerio de Cultura 2012. Escribe sobre
artistas locales y arte contemporáneo y ha publicado para medios nacionales e
internacionales. Estudió Diseño Industrial, Diseño gráfico y Grabado en los 90s
y se tituló como Licenciado en Lingüística y literatura de la Universidad
Distrital. Ha realizado exposiciones individuales y colectivas desde los años
90s con su trabajo en dibujo, pintura, gráfica digital y objetos. Actualmente
realiza su maestría en Filosofía.
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