martes, 26 de junio de 2012

ALBERTO BORJA



Polis o de la justicia de Batman.
La imagen del héroe que se puede empezar a dibujar a partir de la precaria etimología de Sócrates en el Crátilo (1) difiere del héroe-sabio que Esquilo atribuye al Prometeo porque lo describe principalmente como orador y sofista. La sabiduría que posee el héroe encadenado es una inteligencia de nuestros días, una capacidad para obrar en lugar de decir (y una práctica de la generosidad amorosa que se desprende sin la mezquindad divina, altamente retórica en la oratoria). Esa imagen que Platón traza de una “raza de oradores y sofistas” aproxima a estos seres del campo de la batalla mítica al de la política cotidiana en donde se deponen los odios y se obra en la prudencia y la racionalidad, edificando armonías con la palabra. Un líder que persiste entre los demás por su dominio de sí mismo y la capacidad de convencer a los demás, de crear acuerdos en el disenso y el logro del des-anudamiento de las tensiones más severas. En ese momento la guerra no es el escenario de los héroes, sería la muerte del heroísmo, la derrota de la palabra y no en el sentido de Von Clausevitz la continuación de la política sino la pérdida de ella y del héroe como el centro de esa vida política. Pero en Esquilo no hay político, hay héroe en el dolor y la adversidad en la soledad del amor altruista (común en las mujeres)
Pensar en los héroes como animales políticos, es recordar a Churchill, a de Gaulle o a Roosevelt que fueron capaces de construir nuevas estructuras sociales en el final de la guerra cuando era necesario diseñar la posguerra, el retorno de la política y de la comunidad de las nuevas naciones y de los nuevos imperios. Mirar al empresario, el individuo que a partir de una idea es capaz de construir una empresa que opera una transformación de la sociedad, una revolución como utopía convertida parcialmente en realidad (¿Steve Jobs y Apple?). ¿Cómo se pueden comparar con la altura de nuestros políticos si se quiere observar algún modelo local? ¿Qué le espera a la política sin héroes? la abyección, el crimen y el tejido social propio de la mafia (ley del silencio y la asociación de cómplices), la negación del ágora (de lo público) y el recrudecimiento del oikos (lo privado) territorial. ¿Qué pasa cuando la política no está hecha por héroes?
Somos cobardes (2), estamos en la antinomia del héroe, concretamos la cobardía como posibilidad de supervivencia y la supervivencia suplantó a la existencia. Meter la cola entre las patas (haciendo caso a la etimología), exhibiendo un ocultamiento, un replegarse. Nuestro mirar esquivo, cobarde, persiste y evoluciona socialmente con nosotros y hace que sea un óptimo en el que nos sentimos cómodos, a gusto. La cobardía es nuestra zona de confort que además se complementa con nuestras exuberantes geografías y recursos naturales que no nos exigen competencia ni atesoramiento de valores. La nominación se puede asociar a la cobardía, a la exhibición, mientras la anomia estaría del lado del héroe que en la cotidianidad es anónimo. El ocultamiento del cobarde en el discurso simula una intención, la de engañar. El héroe busca la verdad en la acción (las Oceánides que acuden descalzas a consolar al condenado Prometeo), el cobarde se oculta exhibiéndose camuflado en la retórica que puede acompañar a una mentira.
Lo heroico es un requisito para toda literatura porque establece una referencia idealizada del hombre, un puerto cierto al que nunca llegarán autor ni lector. Las trasformaciones de lo heroico comprenden un arco que va de lo mítico y religioso en la tradición oral hasta la mutación contemporánea del hombre anómalo en los X Men. Es posible observar en una línea continua  histórica de los valientes, las diferentes perspectivas de la justicia que tienen estos personajes que realizan en sus acciones ficcionales el restablecimiento del equilibrio poético. La épica fundacional de la ciudad y del estado que se enlaza con las aventuras del retorno imposible de Ulises, las desventuras del pícaro ibérico y el recorrido del antihéroe en la novela moderna. En ese tránsito se hace estación en la venganza, la reivindicación del enmascarado, como en el Batman aristocrático de Gótica. Este vengador no solo se hace a sí mismo (a la sombra del villano local) sino que son el dolor y el resentimiento los motores que impulsan sus acciones heroicas, como fuerzas del amor degradado. La ficción del relato de las gestas, las hazañas y las luchas convierte la justicia en la reiteración del mensaje de lo valiente justiciero, de la justicia privada.
¿Prometeo encarna al héroe en sentido Platónico? No. En el poema de Goethe, Prometeo (3) vuelve su mirada arriba, hacia dios, y no encuentra su propia compasión en él, mira a los hombres porque del dios no le llega ningún consuelo ni alivio a su desgracia, solo el castigo, la contingencia propia de la naturaleza. Mira a los hombres des-divinizados que deben resolver su cotidianidad en la convivencia, la cooperación y la interacción mutuas, solo pensando en dios como una idea no determinante en la vida diaria (Una suerte de laicismo ausente en sociedades orientales y occidentales de hoy atravesadas por debates religiosos y de neo-puritanismos exacerbados). Al evadir el tiempo que nos es otorgado por Prometeo, también evadimos la posibilidad de medir y de restringir el instante al ahora, lo diferimos en cambio, al posible futuro con la misma forma bucólica de la nostalgia (cobardía). Eludir el tiempo es renunciar a la vinculación con los demás en el ahora, en este mismo instante, renunciar a la posibilidad de ser amigos por eludir nuestro tiempo, recargando en la ambigüedad retórica la expresión de nuestro parecer y de nuestras intenciones, retrasando con ello el tiempo de la decisión en la acción.
Al ocultar la cola, por sumisión y miedo, se restringe la posibilidad de la amistad que permite a los hombres construir, dejarse ver en su despliegue, en su ser auténtico. El hombre es precariedad, debilidad, fragilidad suplicante, dado a enfermar, se cansa y desfallece, no puede tener todas las respuestas, necesita a los demás, es un ser sin atributos heroicos (4) que incluso encarnando algunos de ellos no sobreviviría solo. A Prometeo, le debemos la medida del tiempo y es que la queja de Prometeo no es un discurso en sí mismo, es el paso del tiempo propio del decir, ¿dar el fuego a los hombres no es pasar el testigo en la carrera? Realizar una tradición, pasar la palabra a los hombres, una palabra en la que cabe la pregunta y el cuestionamiento al dios, que ya no es el poseedor de la naturaleza misma del verbo, es decir, el hacer no es divino, el hacer es propio de los hombres, con las palabras. La evolución literaria de la imagen del héroe desde el olimpo hasta los cielos de Ciudad Gótica o Metrópolis contiene al héroe antiguo (clásico), al héroe épico, al antihéroe, al mutante, en un amor convertido en una acción en virtud del otro al rebelarse contra lo injusto o la opresión de lo tiránico.
Alberto Borja

Notas
(1) El Crátilo. 398d “…Esto es lo que define a los héroes, o bien el que eran sabios y hábiles oradores y dialécticos, capaces de «preguntar» (erōtân), pues eírein es sinónimo de légein (hablar). Así pues, como decíamos hace un instante, los que, en la lengua ática, reciben el nombre de héroes aparecen como oradores y hábiles interrogadores; de modo que la raza heroica es raza de oradores y sofistas.”
(2) Esquilo. Tragedias Completas, Prometeo encadenado. (Hefestos)  “Cobarde ando yo para encadenar en este precipicio que azotan las tormentas a un dios de mi propia sangre…”
(3) Goethe. Prometeo. “…Cuando, siendo un niño, / se me derrumbó el mundo, / mis ojos extraviados se volvieron / hacia el sol como si arriba hubiese / un oído para escuchar mi queja, / un corazón como el mío/ para apiadarse del oprimido.”
(4) MUSIL, Robert. El hombre sin atributos. Barcelona Seix Barral 1988, Vol. I, pág. 80 “Cuando está indignado hay algo en él que ríe. Cuando está triste se prepara para hacer alguna cosa. Cuando un sentimiento lo conmueve, lo rechaza. Toda acción mala le parece, desde algún punto de vista, buena… Para él no hay nada firme, todo es transferible, todo es parte de un entero, de innumerables enteros, quizá de un super-entero que él desconoce. Por eso sus respuestas son parciales, sus sentimientos, opiniones; y no le interesa el “qué” sino el “cómo” marginal, la acción secundaria y accesoria” 




Alberto Borja, Barrancabermeja.
Participa en los 14 salones regionales de artistas del Ministerio de Cultura 2012. Escribe sobre artistas locales y arte contemporáneo y ha publicado para medios nacionales e internacionales. Estudió Diseño Industrial, Diseño gráfico y Grabado en los 90s y se tituló como Licenciado en Lingüística y literatura de la Universidad Distrital. Ha realizado exposiciones individuales y colectivas desde los años 90s con su trabajo en dibujo, pintura, gráfica digital y objetos. Actualmente realiza su maestría en Filosofía.

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